Hoy leí a una persona comentando de espiritualidad contemporánea y de cómo nos perdemos en nuestra verdad, de cómo el mundo de la espiritualidad se ha vuelto tan estereotipado y predecible. Conecté con mucha de su visión, pero algo me marcó.
Cuando ella hablaba de la verdad en la que cada uno puede perderse, sentí la necesidad de aclarar que: no hay verdades absolutas. No hay verdad y mentira en este viaje de vida. Todo lo que sucede tiene razón de ser en el camino.
El espejo de donde te encuentras
La verdad de una persona que ha atravesado su propia herida es difícil de verificar, validar o cuantificar. Y siento que es un tema de destino también. Incluso si conectas con una persona que no ha vivido o resignificado su herida, y si por el contrario se ha cobijado en ella y ha creado una marca espiritual personal… es lo que quien conecte con eso necesita.
Lo que te conecta con la espiritualidad del otro es el espejo de donde tú te encuentras.
Si conectas con una persona que está en un viaje más performativo, con un estilo muy new era, y grita su verdad en vez de hablarla, es porque tu como persona necesitas introducirte a la espiritualidad de esa manera. Y si tal vez no encuentras la espiritualidad que esperabas en ese espacio, eso te permite cuestionarte las emociones que te habitan o por qué hubo un imán que te atrajo a esa energía. Y cómo se ve ese tipo de sinergia en tus demás conexiones.
Si te gusta una persona espiritual que no aparenta nada, que se ve convencional, eso también puede hablar de cómo ves la espiritualidad: que no es visible o performática sino energética.
Rendirse a nuestra verdad
Entonces perdernos en nuestra verdad conecta con lo más importante: rendirnos a nuestra verdad independientemente de cómo ella se vea. Y eso es válido —tener la seguridad de algo nuestro, de que hay algo sólido construido y que ha habido algún trabajo hecho— aunque a los demás espirituales no les guste.
La realidad es que al que no tiene poses y una marcada estrategia de ventas en su proyecto espiritual también le choca el que se muestra de una manera más explosiva. Y eso habla de una herida. Porque de una manera u otra ese escándalo es una parte de nosotros que o no podemos habitar o sentimos que no va con nuestra “esencia”. Pero no por ello no es válida. Es lo que esa persona conoce, es como ve la vida y eso no le quita autenticidad. Solo no se ve como tu concepto de auténtico.
La santificación del maestro
Tendemos a agrandar al otro… y esperamos tanto de él.
Recuerdo conversaciones en la mesa comiendo donde hablábamos de una persona conocida por su trabajo espiritual, personal, médico. Y habían personas que decían: “Pero cómo habla”, “Pero una vez dijo algo que no es correcto médicamente”, “No es aplicable, pero es bueno sí, pero no sé… ya cuando sumé todo dije mmm no sé, algo no me suena, no me gusta tanto ahora”.
Y yo me quedé pensando.
Como santificamos a las personas. No pueden fallarnos, no pueden salirse de personaje, no pueden decir algo que no nos guste, no pueden hablar diferente, no pueden mostrarse vulnerables si no nos gusta su vulnerabilidad, no pueden equivocarse.
Por eso nos cuesta tanto aprender: porque queremos que al que le dimos atención o tiempo no nos falle nunca. Y qué duro es vivir así.
Todos son maestros
Con que sólo una cosa te dé una persona —sea el tipo de espiritual que sea, incluso un falso espiritual— que te permita cuestionarte cosas o la vida, que te permita vulnerar esa barrera tan gruesa y tan alta que has llevado en la vida, esta persona ya hizo su trabajo. Ya despertó conciencia en ti.
Porque las personas son maestros que caminan al lado nuestro, no vienen para ir al frente y guiar. Tenemos que jalar la información y sabiduría que nos da experimentar, vivir la vida por un momento con su mensaje y ver si suena, si mueve —independientemente si es positivo o negativo— para poder liderarnos en nuestro camino.
Incluso el espiritual o persona que nos lleva por un “mal” camino… ¿podemos decir que es malo con tanta certeza? Es malo para tus ojos, para mis ojos, sí. Pero ¿cómo sabes si para esa persona tal vez experimentar esa experiencia “mala” era buena, o mejor dicho, necesaria para su viaje?
La autenticidad no se juzga
Despertar no se tiene que ver de ninguna forma. No tenemos que ser nada para nadie. Sólo ser nosotros auténticamente. Y la autenticidad de los demás no se puede juzgar.
Sí podemos ver algunas heridas más fácil que otras, sobre todo cuando ya las trabajamos. Heridas como el reconocimiento, la necesidad de atención.. Pero ¿podemos compararlas? ¿Podemos darles un nombre o catalogarlas? Por más que no las creamos válidas o correctas o apropiadas para una persona espiritual… no, no es nuestro lugar.
Acaso los que trabajamos desde el espacio espiritual ¿no tuvimos que trabajar o negociar con esas versiones nuestras también? ¿La versión inmadura, la versión egocéntrica, la versión que necesitaba validación? Que a algunos les tome más tiempo o hayan conectado con su despertar más temprano o más tarde en la vida no los imposibilita de guiar y enseñar desde lo ya vivido, aunque para algunos no se vea idílico. Incluso desde la inmadurez muchas personas pueden sanar, pueden guiar, pueden curar. Porque las personas somos más que lo que a simple vista se ve. Todos somos medicina, si conectamos con esa parte que tanto bien le quiere hacer al mundo.
Mi práctica
¿Sabes qué hago yo cuando me encuentro en una situación así?
Después de que mi sombra sale y libera lo que piensa —porque sí, soy humana y tengo conceptos preestablecidos que por más que conozca y valide habitan en mi inconsciente y a veces quieren catalogar entre bueno y malo, válido e inválido— entonces me digo:
¿Esta persona qué me puede enseñar? A pesar de todo lo que no resuena conmigo y todo lo que no me gusta, ¿qué rescato de su esencia para mi viaje?
Porque todos nos enseñan. Más aún los que no se presentan como maestros pacíficos, amorosos, elevados, inquebrantables.
Muchas veces los que muestran más rajaduras son los que han tenido que cerrar más heridas, sólo que nos olvidamos cuánto cuesta verdaderamente este viaje, cuanto sacrificio, purga, desprendimiento, donde a veces es inevitable que la sombra se muestre.
La integración
Porque en la integración no suprimes tus emociones y pensamientos, no los elevas, no los educas. Los habitas sin miedo, sin culpa cada vez que te visitan. Porque esa sombra es maestra de cómo poco a poco cerrar heridas sin juicio y con autenticidad. Desde el amor propio incondicional, aunque muchas veces no se sienta tan elevado.
¿Quién es el más elevado?
¿Quién es el más elevado para mí?
El que no juzga nada. El que finalmente ya no se deja guiar por las métricas del mundo ordinario que usa “bueno” o “malo”. El que ve todo y siente todo y se queda con lo que necesita, y lo demás lo deja ir como el viento, sin cuestionarlo, sin nombrarlo, como si no existiera.
Liberar el control es salir de la matrix.
Y hasta ahora no conozco a alguien así. Seguiré esperando a ese maestro o maestra con paciencia y con amor. Pero en mis sueños, en mi viaje interno existe y dejo que me guíe, que me aterrice y sobre todo que no deje que me pierda.
Desde mi claridad,
Sami 🜂
