La autenticidad nos acerca al amor.
Pero es una frecuencia que, si está bloqueada, nos puede hacer creer una realidad completamente distinta.
1. La energía detrás del ser
Hablemos de autenticidad, sobre todo en un mundo como el de ahora.
Creo que no es un tema para desarrollar con palabras, es un tema de energías.
Cuando estás al lado de alguien y sientes que poco a poco desaparece,
que se fusiona contigo, con lo que haces, dices o piensas…
ahí encuentras a una persona inauténtica.
El auténtico no se fusiona porque no busca agradar ni ser validado.
Simplemente es.
Y en ese “ser”, el amor se manifiesta sin tener que demostrarse.
2. El espejo de la autenticidad
La persona que valora su autenticidad y la honra puede percibir inmediatamente a alguien poco auténtico, porque puede ver ese dolor, esa necesidad de encajar, de que lo quieran.
No desde arriba, sino desde la empatía.
Porque cuando reconociste alguna vez tu propia falta de amor, reconoces la ajena.
Quien es auténtico ha tenido que habitar ambos espacios:
el del que se fusiona y el del que se desentiende,
para encontrar ese balance que lleva a la originalidad.
Siente ese desborde de energía que busca ser querida,
que se disuelve en los demás,
o que teme a su propia voz y por eso la calla.
Ahí también hay amor, aunque aún no sepa cómo expresarse.
3. El miedo al otro lado
En un mundo en el que se te dice cómo tienes que ser,
y en el que los extremos son invalidados (sobre todo el “negativo”),
explora esa polaridad.
Si ya masterizaste el arte de fusionarte, de agradar,
de tener múltiples narrativas según la situación,
de invisibilizar tu esencia…
Ahora anda a tu polo.
Aunque haya mucha incertidumbre, explora.
Porque sí, da miedo cuando aparece ese otro lado:
es crudo, sin filtro, te saca del personaje.
No lo puedes controlar, no sabes qué hacer con toda esa energía…
Es porque es energía salvaje.
No se ha nutrido, no se le ha escuchado.
Conectar con ella no va a ser fácil,
e incluso al principio puede ser caótico (para ti y para todos).
Pero te va a permitir experimentarte enteramente.
Y poco a poco esa energía desbordada irá encontrando su ritmo,
su tino, su silencio liberador
(no ese silencio ahogado al que hoy te acostumbraste).
Y ahí, cuando esa energía busca su cauce, descubres que lo que anhelabas no era aprobación… era amor propio.
4. El falso amor del personaje
Muchas personas creen que pasan desapercibidas en el performance,
que mientras más se vean y sientan apropiadas para los demás,
más las van a amar.
Y eso es lo que más importa: ese amor, cueste lo que cueste.
Pero ese amor es falso, inauténtico y te sabotea.
Luego dices: “¿por qué ya no me aman como antes?”
Porque ese “antes” no eras tú.
Era esa versión pulida que vendiste al mundo
para que te aceptara y te abriera puertas.
Y así es como uno duele sin darse cuenta:
creando la perfecta narrativa para su propio dolor.
El amor que nace del personaje no nutre, solo adormece.
El amor que nace de la autenticidad, en cambio, te devuelve la vida.
5. El costo de no encajar
El auténtico muchas veces es disruptivo,
y eso lo hace no aceptado en el mundo que conocemos.
Es rechazado, y es exactamente porque
no se amolda, no se calla, no se somete, no se adoctrina.
Y el enmascarado lo ve con pena y lástima…
“Pobre, nunca lo van a amar, nunca va a pertenecer… ¿por qué no es más normal?”
6. Donde sí te abren las puertas
Sí, no le abren todas las puertas como al enmascarado,
y sí, le duele vivir en un mundo donde lo normal es actuar un ideal,
sobre todo porque ese ideal no es el suyo.
Y eso nace de la autenticidad:
a él no le venden cualquier cosa.
Pero ¿sabes qué pasa?
Donde sí le abren las puertas,
donde encuentra a su grupo y finalmente es aceptado,
lo quieren como es.
Auténticamente.
Y no va a sufrir como el enmascarado, no.
Porque no hay performance, no hay acto,
no hay un cuento diferente según el grupo en el que está.
Y ahí, en esa conexión limpia, el amor deja de ser búsqueda y se convierte en hogar.
7. Entre la verdad y los matices
El enmascarado mira desde abajo al otro,
pero no reconoce que vive en un dolor perenne toda su vida.
¿Qué es dicha y qué es desgracia en esta historia?
Matices, ¿no?
La verdad no existe.
Tu verdad sí.
Ella hace todas las preguntas,
pero sobre todo, busca las respuestas.
Cuidado, porque cuando buscas desde la máscara, el camino se curva sobre sí mismo.
Te crees avanzando hacia la verdad, pero sólo das vueltas en el mismo escenario del performance.
Y ahí, el amor no se revela: se repite, se disfraza, se agota.

